9 de junio de 2012

Sin ton, son ni nombre 16

De esos días en los que te pones a pensar pendejadas y te acuerdas de gente del pasado no ocurren muy seguido. Pero hace unos días, caminando por el barrio, pensando en lo que estabas haciendo ahora, en esa ciudad desconocida, nueva y con el invierno sobre ella, pensaste en si alguna vez esa gente se imaginaría que tu fueses a llegar a ser lo que eres, porque tú sí: quizás no exactamente, pero siempre tuviste claro que no eras como todos, como nadie y que tus diferencias harían un cambio...Te acordaste de Josefina, tu perfecto amor platónico de la pubertad, de tus años de secundaria. Era una niña linda, con una sonrisa gigante y una personalidad muy afable. Te habías enamorado de su gran sonrisa. Ahí fué cuando te diste cuenta que las sonrisas eran tu punto débil, ella tenía la mejor. Josefina tenía novio, para tu mala suerte, pero tu la amabas en secreto, un secreto del cual todo mundo se enteró, hasta el profesor Miravelez, el de matematicas. Ella también lo supo, por supuesto, pero lo tomó de la mejor manera posible y eso, le dió un millón de puntos más. Ella jamás te trató mal o dejó de hablarte por saber que te gustaba, como otros chicos solían hacer, pero jamás le dijiste nada, aunque era obvio, jamás te atreviste a decirle que su nombre y su cara se habían grabado para siempre en ti.
Mientras caminabas por las calles de Almagro, el barrio donde vivías en Buenos Aires, llegó a tu mente la cuestión de si Josefina se acordará de ti, si en algún momento ella se habrá dado cuenta de lo que llegó a significar, de lo grande que es, de lo especial y del icono que es en tu vida. Si fué capaz de darse cuenta o si hay alguna forma de que pueda enterarse de que significa algo grande para ese hombre de 26 años, que ha salido del país en busca de sus sueños, de un hombre que todo lo que hace intenta hacerlo de la mejor manera, que es bueno, que refleja todo en su rostro, que lucha por la justicia, que ama y que espera que lo amen algún día, de principios fuertes y de valores bien plantados; de un hombre que trascendió más allá de la colonia Villa Juárez, donde estaba su escuela, un hombre que salió no sólo de la ciudad, sino del país por capricho, por gusto y por que pudo.
Te sientes orgulloso del pedazo de hombre que eres, porque sabes que no has alcanzado a ser todo lo que puedes y lo que quieres, pero, sin alardear sabes que eres mucho. ¿Se sentiría Josefina orgullosa también? Si supiera de ti, diría: ¡Oh, Esteban, el chico al que le gusté en secundaria qué grande que es! ¿Te admiraría de alguna manera? Te encantaría restregarle en la cara de todo lo que se ha perdido, mostrarle el forro y lo genial que eres. Pero para qué, no tiene caso, tu solo piensas en esa gente que se te quedó marcada para siempre y te gustaría que ahora se dieran cuenta qué tanto has logrado y que pudiste trascender, que sigues siendo el chico bueno de la secundaria, pero mejor, que no se estancó...
Ojalá Josefina pudiera verte, ojalá se diera cuenta que aún sigues, de vez en cuando, recordando esa magnífica sonrisa que de jovencito te iluminaba la existencia y hacía que te temblaran las rodillas.

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