11 de enero de 2013

De ti lamento.


Hasta hoy no lamento haberte querido tanto, creerte y posar en ti mi entera confianza, haber hecho a tu familia parte de mi vida y de mi gente especial, de creer posible una vida juntos, de seguir extrañándote, de verte reflejado en tantas cosas de mi nueva vida lejos de ti; mucho menos lamento las banalidades que con intención de darte un confeti de pedacitos de mi amor, recibiste cada día que estuvimos juntos y que no agradeciste. Tampoco me duele que ante muchos e inclusive en un tiempo, ante mi, tuviera que sufrir esa equivocación de seguir a tu lado a pesar de que no me dabas lo que yo quería ni necesitaba. Si, me equivoqué, pero estaba enamorada y por tanto veía todo de ti con amor y cuando uno siente amor no puede estar equivocada para adolecerse. Lamento entonces, la poca reciprocidad, el poco ímpetu que demostrabas, tus te quiero casi forzados por los míos  ¡Si tan solo me hubieses querido como yo a ti! Quizás no estaría escribiendo esto, en la silla incómoda, frente al escritorio del trabajo que no me gusta pero que hago porque creo que lo necesito, porque me quedé en esta ciudad a la que según los planes, planes de los que fuiste parte, debí haber dejado hace ya casi un mes para ir a encontrarte y verme reflejada en tus ojos marrones.Pero no fué así, qué le hacemos. Las cosas cambiaron y sigo sintiendo como si fuese ayer el último día que te vi, alejándote, desde la ventana del departamento que me albergó mis últimos días en México. Parece que se pausó, que hubo un gran botón de Stand by y está tan fresco el recuerdo, tan fresco tu sabor, que ésta melancolía por ti, no se me va.
¡Si tan solo me hubieses querido distinto!

A mi me gusta recordarte.


Ya no te extraño tanto. Queda sin embargo el sentimiento ese, que te da cuando algo que quisiste no se logra, cuando permanece el "yo hubiese querido..." No te culpo, me pasa siempre, con la mayoría. Es ese don como arma de doble filo, que me hace incapaz de odiar, de desearte lo peor a pesar de que haya sufrido por tus motivos.
No te has ido, ni te irás. En ocasiones mi mentesita retorcida abre la puerta donde te ha metido a descansar y te saca a pasear, para que bailes junto a mis desvaríos, para que te entretengas con mis sueños, para que te rías de mis chaquetas mentales y te acurruques en mis pensamientos débiles.
Te tengo en mente, así como tengo en mente a aquel muchacho flaco, prieto y raro que fue mi primer amor o al último que logró que esbozara el gemido lánguido de mi boca a su tacto.
Aquí te quedas, porque aunque muchos digan que no, mis recuerdos no son inútiles ni inservibles, tan solo porque son míos. Yo decido de quién me acuerdo y de cómo lo hago.
A mi me gusta recordarte sonriente, despreocupado, amante del cine y de la música, perdido en tus pensamientos, analítico, comilón y alto.