7 de junio de 2012

El recuerdo del olor.

Hoy desdoblé uno de los swetters que traje desde México para el invierno y me llegó ese aroma a suavizante de ropa, ese con el que la lavaba en Chihuahua. El aroma me transportó, me hizo viajar por unos instantes hasta allá. Me posé en mi casa: entré por la ventana de mi cuarto y miré mi cama, mi edredón de bob esponja, mis pantuflas, mi librero atiborrado de libros, cuadernos y fotos, mi tocador vacío con una botella de perfume a la mitad, mi retrato de los XV años, mi tapete y el bote de basura, y aspiré...hice parte de mi otra vez ese olor de mi recamara, ese olor mío. La puerta del cuarto de mi hermano estaba cerrada, no la quise abrir. Bajé las escaleras mientras los rayos del sol de la mañana entraban por la ventana a un lado del barandal, del lado derecho, la habitación de mi mamá; quise hacer como cuando vivía ahí y mirarla dormir calientita en la orilla de la cama y cerrar la puerta para no despertarla. La sala, chiquita pero no sé cómo mi madre hace que se vea tan amplia, luego el espejo grande frente a mi. Mi casa...olía a mi casa, al comedor iluminado por el ventanal, a la comida de mi mamá...Deseé estar ahí de nuevo, tocar, pisar. El olor de mi swetter lo logró hoy...y hacía meses que lo había lavado, empacado y traído hasta Argentina.

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