12 de agosto de 2017

"Mejorar la raza"

"Acuérdate que hay que mejorar la raza" decía de vez en vez cómo dando una orden. De esos consejos que más que superficiales, son palabras llenas de razón disfrazadas de frivolidades. Palabras que en boca de él siempre tuvieron el toque divertido y sinvergüenza. Era tan bueno para eso que no podías evitar reír o pensar que cómo es que se le ocurrían semejantes payasadas.
La última vez que nos dedicamos unas cuantas palabras, fue el tercer domingo de junio de 2013, por teléfono, a miles de km de distancia. Él estaba en casa, con mi hermano y mi tío; yo en Buenos Aires, en el departamento de Santa Fe. Fue la última vez que le dije que lo amaba y que me escuchó; la última vez que me dijo que estaba orgulloso de mi aunque yo creyera que no era así, siempre recalcaba eso: "Aunque no lo creas flaca, yo estoy orgulloso de ti" Yo atinaba a devolverle el cumplido con muchos "cuídate", muchos para su gusto. Tanto se lo dije que cada uno de ellos duele. Duelen porque pareciera como si ninguno hubiera importado, como si él no lo hubiera hecho o como si hubiesen sido miles más o uno sólo, lo que pasó 3 semanas después, habría de ocurrir de cualquier forma.
Casualidades dramáticas o no, hablé con mi papá por última vez, un día del padre.
Y lo extraño y lo quiero aquí, entre nosotros.

11 de agosto de 2017

Tía...

Transcurridos ya 8 meses del año y lo más emocionante que me ha pasado es haber comido Cheesecake en Nueva York y que Alejandro haya pronunciado, entre sus primeras y pocas palabras, aquella de la que estaba segura me iba a hacer sentir única siempre: tía.

Desde que nació lo decreté: "Cuando hable y me diga tía se me van a caer los calzones" decía como que jugando, pero más iba en serio. No se me cayó nada, al contrario, se me subió todo y me llegó hasta el corazón. Es que se siente bien bonito.

Esas ansias que tenía por que me llamara, ahora cambiaron a querer poder charlar con él y comenzar a enseñarle cosas, que va, el mundo entero. Creo que de ahora en adelante no se van a terminar nunca; llegarán las de saberlo en su primer día de escuela, las de que se quede a dormir en mi casa, de llevarlo a Disneyland, de verlo aprender a leer, a tocar algún instrumento o jugar algún deporte. Esa palabra detonó que éstas ansias de verlo vivir, feliz y bien, no se me acaben ni lo hagan nunca.

Como Ragnar Lothbrok

Sé que muchos hombres quisieran ser como Ragnar Lothbrok y que otras tantas mujeres como Lagherta. Qué esos mismos hombres desean tener una Lagherta con ellos, y ellas a alguien como Ragnar. ¡Son de ensueño! ¿Quién no querría?
Yo por el contrario, me gustaría ser como el gran rey de los Vikingos y tener a mi lado a alguien como su primera esposa. No admiro sólo su belleza física, su valentía y su fuerza. La gran marca que dejó Lothbrok en la historia es fascinante. La forma en que me la contaron también. Quisiera ser como él: con una mente progresista, con la valentía de buscar más allá de lo que sus ojos ven, de aprender, de conocer cosas nuevas y llenarse de ellas hasta el hartazgo; ser líder, estratega y guerrero.
Quiero alguien como Lagherta, paciente, fiel, fuerte, inteligente e incansable. Amoroso, decidido, inquebrantable, generoso y sensato. Qué dúo.