26 de mayo de 2010

De los putos nervios....

En ocasiones contamos solo tragedias o nos da por escribir sobre las cosas no chiditas que nos pasan. Por lo regular cuando estamos bien contentos, nos olvidamos de decirle a la demás gente que estas bien feliz. Yo, para variar, no ando muy feliz que digamos y no porque no quiera o se pueda en su totalidad, sino porque estoy enferma.

El conflicto que tuve con el estres el año pasado me dejó los nevios pa' la fregada, tanto que ahora no estoy enferma de estres sino de los nervios, los que quedaron tan de punta que cualquier situación ya sea de nervios, tristeza, alerta, enojo, apuro, etc. me ponen mal. Los dolores musculares siguen, la baja de peso también (¡chingada madre!), el cansancio no se va y la irritabilidad está al 1000%. Es peor que andar en los días rojos, sólo que todos los días. Se cree que pueda ser la tiroides, pues varios de los síntomas los tengo. Próximante me harán un perfil tiroideo para salir de las dudas, pero por lo pronto el diagnostico es ese: los nervios.

El saber que estoy enferma me agüita más. Las vitaminas que me han recetado no parecen tener efecto. Siento que me han inyectado chile colorado en los músculos de las paletas y cualquier cosa, hasta una discusión pendeja de juego, me irrita.

Pero no todo es malo. Estoy a un mes para saber si me voy por fin a España. A un mes para darme cuenta si me otorgarán mi beca y cruzaré el Atlántico para vivir 2 años allá. A aproximadamente 30 días para decirle adiós a Mardupol y a sus pinches productos químicos, para empezar preparativos y partir en septiembre. Realmente lo deseo, es algo que quiero desde hace años, un sueño que comienza a ser real, a ser tangible. Eso quiero.

Hagan changuitos.

25 de mayo de 2010

The Wallflowers - One Headlight

Esta rolita me recuerda a mis años de puberta...allá por 1998 creo, aunque la canción es del 96.

23 de mayo de 2010

Tiene los ojos espesos, profundos, de esos que no te da miedo mirar, oscuros; un aspecto desalineado (en primera instancia) una sonrisa grande y templada, el cabello rizado mal distribuido y su piel blanca. En realidad me esmeré en no verme como suelo al final del día; limpié mi cara y retoqué mi maquillaje, me cambié de ropa y usé perfume. Él mientras, calzaba tenis y vestía una playera azul pálido algo arrugada, como si sólo la hubiese sacado del clóset o vuelto a poner de un día anterior. Llegué tarde a la cita a pesar de que estaba a unas cuantas cuadras del cafesito donde tendríamos el encuentro. Creí me estaría esperando dentro, pero decidió hacerlo dentro de su auto. Caminé hacia la puerta y escuché mi nombre. Nos miramos. Intenté reconocerle o empatar el rostro que había visto en mi pantalla con el de todo color. Me gustó lo que ví y comenzó tan fácil con el clásico 'Hola'. La plática fué fluída, tanto que nos hizo falta tiempo. Tomé un café frappeado, de esos que me encantan, de sorbo en sorbo y mientras lo escuchaba no podía dejar de mirarle. Su rostro y gestos captaban mi mirada y la hacían fija. Llegó la noche entre risas y la presentación en general de nosotros. Me invitó una cerveza, no la acepté. Prefería ir a dormir a casa. Me moría de hambre y él antes había preferido no comer. Nos despedimos y esbocé una sonrisa para decirle que volverlo a ver debía suceder. Me rodeó con sus brazos y me abrazó. Sentí como con sus manos intentó sentir más allá de mi espalda, dentro de mi piel y cómo parecía gustarle. Fué el signo más claro para darme cuenta que le había gustado.

16 de mayo de 2010

Carlos.

Cuando eramos unos pubertos, nadie imaginaba siquiera que las cosas serían como ahora. Es más, ni siquiera nos importaba pensar mucho en el futuro o en dónde terminaríamos cada quien después de que los años pasaran por nosotros.
Jamás nadie se lo imaginó. Aún algunos todavía no pueden creerlo. Yo intento convencerme, creer que estaba en el momento equivocado y con la gente equivocada, aunque no sea consuelo.
Se corrió la voz bien rápido, extremadamente rápido. Cuando terminó el día lunes todos lo sabíamos. Supimos la noticia hasta de quién ni imaginábamos podría avisarnos. Fué trágico, triste y desalentador.
Lo recuerdo despierto. Siempre creí que era alguien seguro, sin miedos y decidido. No teníamos ni 15 años y él parecía ir rápido, crecía velozmente en algunas cosas, según mi parecer. Era muy inquieto y besucón; apasionado, alegre y divertido. Compartía conmigo el gusto de bailar y de subirse a un escenario; lo tuvo con muchos más. No había a quién Carlos no le cayera bien.
Lloré todo el día. Llegué a la funeraria una media hora antes de que el cuerpo saliera a la misa. El lugar, por ende estaba triste, oscuro y en silencio, una típica funeraria. No logré ver a nadie conocido y creo que los que ahí estaban tampoco supieron quién era yo. El cuerpo yacía al fondo de la capillita, en el centro un ataúd café y por encima una foto de él sonriéndo, no me pareció tan apropiado que esa foto estuviera ahí, porqué no poner otra, en vez de esa donde salía tomando una botella de whiskey junto a otro hombre con cara de ebrio, en fin. No pude llegar a dar el pésame a su madre, me fué imposible. ¿Cómo consuelas a una madre destrozada por la pérdida brutal de su hijo? No lo pude evitar, las lágrimas salieron de mis ojos. Quise verlo antes de irme, por última vez. Apenas lo reconocí, tuve que encontrarle parecido a quién estaba ahi postrado con quien había sido mi amigo. Los ojos hinchados y morados, cerraditos...el cabello hacia atrás, tan quieto. El maquillaje no pudo ayudar a quitar las marcas de cómo fué su muerte; en la mejilla derecha tuvieron que coser su piel. Sus manos estaban heridas y semblante sombrío. De mi corazón sólo esbocé un quejido y lo dejé envuelta en llanto. No podía creer que Carlos estuviera muerto, no, no debía ser así, no tenía porqué.
Su madre gritaba, adolorida, cansada, fuera de sí. Pedí a Dios le ayudase a tener resignación, a encontrar por lo menos un poco de tranquilidad.
La noche del sábado fué la última para él. Lo encontraron fuera de la ciudad, en la carretera a Cd. Cuauhtémoc, el domingo por la mañana, junto con otros 3 jóvenes, fusilados a tiros, en fila uno al lado del otro.
Y hoy, me siento enfurecida, impune, adolorida, triste y desesperada. Se ha llegado a un tiempo, que jamás, nunca, ni con la imaginación que nos abundaba cuando niños, pudiésemos creer que estaría como realidad. Y si él fué hoy, puede ser cualquiera mañana. Mi madre, mi tío, mi papá, mi vecino, compañero de trabajo...mi hermano. Y nadie hace nada, aunque pueda, aunque quiera.
Y es que cuando nos conocímos, nadie se lo imaginó, nadie siquiera lleno de ira y maldad lo pensó. Y muchos lo quisimos y queremos. Tantos lo recordaremos dentro de esos, nuestros mejores tiempos. Descanse en paz Carlos Francisco Quintanar Hernández 1985-2010.