31 de mayo de 2015

Cosas de niños

Cuando era niña creía que ser adulto era lo mejor que podía pasarle a una persona. Crecer era literalmente eso, ser grande. Estaba segura que madurar implicaba ser mejor y dejar lo malo. Que todos esos sentimientos de envidia, egoísmo, soledad, tristeza, enojo, desesperación y demás se irían. Creía fielmente que tratarse mal, burlarse de la gente, robar, golpear, ignorar...eran sentimientos y acciones que desaparecerían cuando maduráramos, que eran justamente cosas de niños. Yo tenía fe, se los juro. Conforme fui creciendo nada de esto fue verdad. Al contrario, crecer era justamente agravar; todo se ponía peor. Aquello que creí desaparecería era inversamente proporcional.
Ser adulto ya no fue tan bueno. Se dormía menos, lloraba más, dolía más, había mas cosas por las que sufrir. La gente no dejó de hacer "cosas de niños" seguía mintiendo, burlándose, envidiando, golpeando pero en mayor proporción. Y peor, conocía el odio, la infelicidad, el miedo, la muerte.
Que dicha sería haber crecido y seguir siendo niño.
Mi ingenuidad me hizo desilusionarse de crecer.