22 de febrero de 2015

Ayer mientras intentaba dormir y no podía conciliar el sueño, me di cuenta de que las etapas más felices de mi vida las he pasado al lado de chicos cuyos nombres empiezan con "J". Hermosa coincidencia.

"Ándele, pero ahí andaba".

Vivir en Argentina, me ha dado la posibilidad de ver a México desde fuera. De darme cuenta que tenemos un montón de defectos como mexicanos y muchas otras más virtudes. Admiro cómo el argentino no tiene miedo de gritar (llegando al punto del exceso), de exigir sus derechos, sus oportunidades y necesidades. Levantar la voz también sirve. Admiro como pueden tomar tan a la ligera cosas que un mexicano se toma tan en serio, como la libertad al vestir, al exhibirse frente a otros, la sexualidad y sus relaciones de pareja mientras vas creciendo.
En México por ejemplo, somos unos santurrones persignados si nos comparamos con la libertad sexual que tiene Argentina. No me extraña por qué hay entonces más embarazos no deseados en adolescentes en México que en Argentina, ni tampoco que los jóvenes en México tengamos miedo a ser libres a practicar una vida sexual como queramos, donde queramos y con quien queramos por el pinche y jodido "qué dirán". Somos tan hipócritas que tachamos como malo, vergonzoso e indecente todo aquello que es diferente o que se nos ha dicho que así es. Y no preguntamos porqué. Somos tan incapaces de pensar por nosotros mismos y preguntarnos porqué es malo, vergonzoso e indecente y tener una opinión propia al respecto. "Mi abuelita, mi mamá y mis compañeras de la escuela dicen que besarme con mi novio frente a los demás a la salida de la escuela es de puta"
Así piensa México, así pensamos todos. Y cuando llegué aquí, en cada esquina, en los parques y hasta en el transporte público la gente se besa y se abraza tan normal y natural como justamente es hacerlo. Y entendí, que ser inteligente y leer miles de libros no me iban a quitar lo intolerante ni mucho menos lo corto de mente a cosas tan simples, que no hacen daño a nadie.
Decir que alguien se buscó ser objeto de burlas, de maltratos, de castigos o de purasdesas sólo porque se equivocó e hizo algo que mi abuelita, mi mamá y los demás no aprueban, me parece tan estúpido. Tomar responsabilidad de nuestros actos, no empieza condenándolos, mucho menos si es por gente igual o más tarada que nosotros o en su defecto, gente que sigue la corriente de lo bueno y lo malo, según lo que los demás le dicen.
Por eso en México, las niñas se suicidan después de que las condenan porque tuvieron sexo con alguien. Como si coger fuera algo malo. Como si coger con el novio amarrada en una mesa fuera algo que mereciera la mayor descalificación social posible porque ándele, pero ahí andaba. El error ahí, sería no usar condón, no percatarse de que un profesor los viera porque estaban en la escuela o que se dieran cuenta. Pobre gente. Sin valentía y coraje de hacer lo que le da la gana porque tiene miedo a que le digan puta o pervertido. Pobre gente que juzga sin respeto, tolerancia ni ánimas de ayudar.
Pobre México.