21 de septiembre de 2009

Cirugía maxilofacial

El sábado fué el día. Quizás el ir a trabajar, que más bien a trabajar trabajar no fué, pero vaya, un sábado en la oficina ya es considerable, ayudó a que despejara más mi cabecita de eso que ya me esperaba. ¿Qué hacía? Ya había pagado la mitad del 'tratamiento'.

Llegué al consultorio justo a las 2 de la tarde. Ahí estaba el doctor Sotero, el viejillo parlanchin, cabeza del consultorio, que pareciera tiene hormigas en la cola, porque no para, anda de un lado al otro. Ya no estaba la muchacha rígida, pero bonita, que si sonriera se vería aún más, en la recepción. Estaba un señor canoso, con finta de chilango y unos lentes cuadrados enormes.

'Ya vengo a que me saque la muela doitor'- Dije con la boca entreabierta tratando de no pisarme la lengua, la misma que me laceré bajo el influjo de la anestecía 3 días antes cuando me quitaron las caries. [Si, si, me la mordí en considerables ocasiones. ¿Y qué?]

Hacía 3 días me habían quitado las caries y puesto resina en mis muelitas 6 y 7, esas que estan antes de la del juicio. El doctor González, a reserva de lo que sea, que es un chamacón como de mi edad y que se ve re te bien en pantalones vaqueros, me trató de maravilla...Y esperaba por lo menos que lo hicieran, en mi cirugía trágica, un poquito como él. No fué lo mismo. El doctor Sotero me aplicó la anestecia sin ese gelesito previo que te seudo duerme para que el piquetito no te duela tanto. Me metió nomas un algodón pinchurriento con un gel, según él, por arriba de mi muela y ya; no sucedió nada más que el que me supiera a chicle. La agujita con la que me inyectó la anestecia logró causarme un leve dolorsito, ahi si ya no me gustó. Me echó fuera del consultorio el muy canijo a esperar que hiciera efecto.
La anestecia duró más en esta ocasión para dar efecto, o quizás era que estaba lo suficientemente nerviosa y desesperada porque todo ya pasara que los segundos parecían horas.

Mi madre estaba conmigo, más angustiada que yo. Le tiene pavor a los dentistas y es un cúmulo gigante de nervios con dos patitas y ojitos coquetones. Todos los dentistas estaban ocupados y el inquieto Dr. Sotero, seguía yendo de un lado para el otro, sin prestarme mucha atención a mi y a mi anestecia, que ya conseguía que se me empezara a escurrir la baba.

-Póngame otro cartucho doctor, no quiero sentir nadita-
No se pudo negar a mi petición. Me pasó al final del corredor, pegadito a donde te tomaban las radiografías. No encontraba el incauto la mia, así que tuvieron que tomarme otra, para que otro dentista, señor ya, morenito y de ojos tristes la viera. No me iba a operar el hiperactivo, me operaría el Dr. Rodríguez, ese de ojitos cabisbajos.

Después de jugarme unas cuantas bromas sobre si estaba consentida, era una chiple y demás, porque mi madre preguntaba a cada rato que si cómo estaba, que si para cuándo, que si qué me haría y tambien por mis súplicas porque me trataran como el Chamacón Doctor, pantalones apretados González, se dignó a callarse y a dejar que el otro señor me operara.

Tenía frío. Por dos razones: porque el aire estaba alto y siempre tengo frio en mis piesitos y mis manitas y porque tenía miedito. Jamás me habían hecho algo parecido, lo más cerca que habia estado de un dentista habia sido en profilaxis y en las sacadas de dientes de leche cuando era niña.

Lo vi todo. Justo en la lamparita de la silla donde estuve sentada, se reflejaba en un circulo al centro de ésta, lo que hacían en mi boca. Tuvieron que partirla en unos 4 pedazos, sino es que más para poder sacarla. La méndiga venía chueca, totalmene horizontal y pegadita pegadita a la otra.
Lo feito no es escuchar el sonidito del taladrito, que le tuve que sostener la manguerita que absorve el agua al doctorsito, porque mi traviesa lengua no la dejaba en paz, ni tampoco toda la sangre que salió; lo feito fué cuando la sacó: ejerció tanta presión que sentí que mi cabeza quedaría incrustada en el sillón y me quejé...ni siquiera lo pensé, me quejé y lancé un gemido desde mi boca abierta de par en par. Debido a esto, decidió partir la muela en otros dos cachitos.

Lo que si vi perfecto desde el circulo en la lámpara fué cuando me suturaron el boquete que quedó tras quitar la muela. Ya estaba ahi de chano el doctor Gonzalez, quien ayudó a sostener la manguerita y mi lengua. Viejos mensos, como se vió que coser no saben. Se les hizo nudo el hilo ese verde mayate con el que intentaron coserme. Jalaron tanto y tanto que lo enredaron más, no encontraban donde exactamente era que se podía desenredar y yo con la bocota abierta, no podía decirles-o sugerirles- que lo más fácil era cortarlo y volver a comenzar. Hicieron su desmadre y sabrá dios como me cocieron, pero lo hicieron. Ya estaba cansada, estresada y me quería ir.

Un litro de nieve, 2 horas con hielo en el cachete, una buena dósis de ketorolaco y mi cama fueron los que terminaron el sábado.

No es en sí el dolor la verdadera molestia, no no. Es el no poder comer mas que líquidos y gelatina. ¡Cómo se me antojan unos tacos de tripitas, un elote en mazorca, un burrito de bisteck, una manzana crujiente, unos huevos rancheros...!

Lo bueno es que hoy, ya pude comer verduras enteras y una quesadilla. Me recupero rápido y el dolor ya casi es nulo. 7 días más y voy a que me quiten los puntos.

Sigo diciéndolo, maldita muela del juicio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey habemos quienes si sabemos suturar u_u

Joa, buena la historia. Y que bueno que decidiste atenderte, creeme que te evitaste muchos problemas a futuro.

Saludos!