17 de junio de 2009

Lo extraño.

Las familias son tan numerosas y diversas como personas las forman. No quiero hablar a qué le atribuyo el que mi familia sea, con todo y sus perversos, pinches y malos defectos, una magnífica. A lo largo de mi vida he conocido a miles de personas, todas con una familia; grandes, pequeñas, complejas, simples, distraídas, cercanas, buenas, malas...etc., y la verdad he conocido a pocos que tengan una relación tan cercana y chida como creo la tengo con mi hermano.

He sabido de hermanos que no se hablan, que se odian incluso, que no saben la edad de los otros, que llevan su vida en casa como si aquel consanguíneo fuera ya parte de la casa como la tele o la mesa y no le dan ni la menor importancia, hermanos que viven sus vidas separadas, sin involucrarse. No sé si sea porque tienen bastantes años de diferencia en edad, que tienen aún más hermanos o que simple y sencillamente no se llevan; gente que inclusive ni con sus papas tienen relación.

Desde pequeñita mi hermano lo ha sido todo, desde el golpeador oficial saca brazos y amedentrador hasta el que más me apapacha, el ejemplo a seguir, la persona en la que confío y sopeso mis decisiones, definitivamente una compañia que me ha hecho, forjado y desarrollado justo como soy.

Desde siempre, siempre he visto mi vida junto a él. Y jamás había considerado el cómo se siente el que ya no vivamos en la misma casa, el que se case, el que tenga hijos, el que yo lo haga, el que incluso no vivamos ni en la misma ciudad. Y me aterra. Me siento celosa y hasta un poco sola desde que ya no se toma el tiempo necesario para que estemos juntos.

Y es que no, no me basta con verlo únicamente, con pasar a medias el día. Lo siento lejos, más lejos que de cuando estaba en Canadá. Siento que me lo quitan. Y quizás ya sea tiempo de que se me meta en la cabeza que ya no somos unos niños, ni los jovencitos que los fines de semana veían la tele por horas echados en la cama, molestandose y despues abrazandose para de nuevo volver a molestarse; que lo que mi hermano pudo haberme enseñado ya lo hizo, que se tiene que ir.

Pero me da tristeza, porque no quiero que se vaya. Porque aunque ahora en su cabeza cabe la posibilidad de tener su propia familia, yo lo voy a seguir siendo todas nuestras vidas y porque lo extraño, lo extraño maldita sea, un chingo.

No quiero que sea como los amigos que se van porque se casan, porque tienen un hijo, porque se fueron a vivir a otro lugar, porque los intereses mutuos desaparecieron como cuando te graduas de la prepa o de la universidad y jamás vuelves a ver la gente o porque sublime detalle, esta enamorado.Ya no quiero que venga a la casa y sentir que de nada sirve porque no lo voy a ver. Que todos sus planes sean solo y en torno a su novia, que se siente a la mesa y me sienta resentida, que quiera hablar con él y no pueda, quiero volver a tener a mi hermano como antes o de plano encontrar la forma de resignarme a que ya no será así.

Lo extraño tanto.

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