11 de octubre de 2011

Tortillas en el WalMart

Cerca de mi casa (a unos 5 min sin tráfico de mi casa en auto) hay un supermercado WalMart, donde en el estacionamiento hay una señora, ya entrada en años, yo calculo fácil de unos 60, de no más de 1.50m de estatura y 40kgs, morena, de cabello corto encanecido, con la mirada sobria y triste, a la cual jamás le he visto una sonrisa; ha de pasar mínimo unas 4 horas ahi parada vendiendo paquetes de tortillas de harina caseras. Al principio, se paraba a unos pasos de la puerta principal de la tienda, luego de un poco tiempo se acomodó a la salida del estacionamiento. Creo yo, que los administradores de la tienda le pidieron que se retirara. Una vez, por la tarde vi cuando llegaba en una troca ya vieja con las hileras de paquetes de tortillas para vender. A cada que pasa frente a ella les ofrece uno.
Hace no mucho, hará si acaso no más de 2 meses que la vi caminando por la avenida principal de mi colonia, que atraviesa y conduce perpendicular al boulevard donde esta el WalMart, era ya tarde si acaso más de las 11 de la noche. No recuerdo bien de dónde venía. Es extraño en estos tiempos de delincuencia e inseguridad ver caminar por la calle a esas horas de la noche a alguien y más a una mujer, grande de edad y de su complexión.
"Es la señora de las tortillas del WalMart"- Pensé. "¿Porqué caminará sola, tan noche?"-
Hoy, regresando de la casa de mi mejor amigo, donde plácidamente comí y bebí hasta más allá de quedar satisfecha, volví a verla. Caminaba con paso firme, a buena velocidad, sin mirar solo mas que adelante, con su delantal y una cubeta de plástico en la mano derecha.
No pude evitar sentir compasión, lástima o que se yo por esa pobre señora que regresaba a casa tarde, después de trabajar vendiendo tortillas en un estacionamiento. Después, al estacionar el auto en casa, lo sentí por mi.
Lo que tiene que caminar, que de seguro es del supermercado hasta su hogar, fácil hasta la altura de mi casa son de 20 a 30 minutos, lo sé porque cuando estaba en la prepa y en la universidad, después de mis ensayos pasadas las 9:30 de la noche los autobuses sólo llegaban al boulevard y debía caminar desde ahí hasta mi casa por toda la avenida; sólo Dios sabe hasta donde más tiene que caminar.
Me sentí una buena para nada; una malagradecida, conchuda y floja, como aquellos que sólo tienen pretextos y razones miles para no hacer las cosas y que creen que las cosas que tienen las tienen porque ya se las tienen ganadas, que merecen todo pero no hacen nada. Me dió vergüenza trás el asombro de ver la fortaleza y la valentía de esa señora de levantarse día a día, hacer las tortillas, pararse a venderlas en el estacionamiento y tener que regresar a casa a pié por un trayecto largo, tan tarde y sola. Independientemente y no importando las razones por las que tenga que hacerlo, simplemente lo hace. Porque no hay de otra, porque sino no se come, porque quizás es la única que puede y/o se atreve a hacerlo, mientras yo joven, con fuerza, con estudios, con gente a mi lado que me apoye, me doy el lujo de escoger el trabajo que yo quiera, de levantarme tarde, de hacer lo que quiero cuando quiero, de dejar de luchar y de volver a intentarlo si me da la gana, de esperar a que las cosas sucedan y todavía tengo el descaro de quejarme.
Admiro a esa señora y a la gente que tiene la firme convicción de que trabajando se sale adelante, que es la única manera en la que se hacen y se consiguen las cosas, que no ponen peros y si los hay los esquivan. La admiro, porque no somos como ella, como muchos viejos, porque somos unos ñangos, sin fuerzas y sin voluntad, comodinos y flojos.
Esta noche oraré por ella, y les aseguro que si la vuelvo a ver, me paro, le llamo y le doy un raid a su casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien por la seniora
Atte. El chingonsito10000