8 de febrero de 2010

Yo si choqué, no me chocaron.

Eso de ver nada más para arriba no es chido. Entré al hospital viendo al techo y escuchando las voces de los paramédicos y de las enfermeras. La camilla se sentía que pasaba por una calle de terracería y brincaba al mínimo movimiento; el cuello no dejaba de dolerme. Estaba asustada, helada y con unas ganas tremendas de hacer pipí.
Lo primero que hicieron fue encuerarme. -'Le voy a quitar el brassiere'- dijo una enfermera y me metió la mano en la blusa. Yo nada más tenía los ojos pelones y miraba la cara de un muchacho que me medía la presión, sentí como me quitaron los zapatos y me bajaron el pantalón...
-¿Qué le duele?-
-El cuello, la espalda y la rodilla izquierda, mucho...

No sé si en realidad te hacen esperar mucho, pero los minutos me parecían eternos, entre que el doctor llegó a revisarme y me llevaron a rayos x, sin moverme y sólo mirando al techo era desesperante la espera.
Me inyectó el joven de ojos negros que me llamó por mi nombre. Ya no podía más, me estaba orinando y pedí poder ir al baño.
Mi papá me estaba esperando afuera. Salí del hospital de pie, con un esguince en las cervicales y un moretonsón en la rodilla. Apenas crucé la puerta del hospital, no pude más. Me solté llorando y conforme las lagrimas salían la espalda se me hacía mas liviana. Seguía asustada y nerviosa.

La ambulancia duró más de una hora en llegar. Por mi cabeza sólo pasaba el que había desmadrado el carro, en que no estaba bien, en que había tenido la culpa y en que me iba a salir caro.
Yo choqué, no me chocaron. Mi jefe, un compañero de trabajo y mi papá estuvieron conmigo.
Las manos me temblaban, llamé a mi jefe, al seguro y a mi papá en menos de un minuto. Jamás me bajé del carro hasta que me sacaron los paramédicos. Ocasioné una carambola y no, no le iba viendo las nalgas a un cabrón...pasó y ya.
Nunca había chocado, jamás me habían trepado a una ambulancia y tampoco me habían llevado al hospital.
Ni pedo...ya me tocaba.

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