30 de marzo de 2009

De las cruzadas y la primer guacareada al bocho.

Cuántos años tenía creo que ni relevante es, nomas se que tenía unos 3 menos que ahora...Ana aún no era novia de Luis y mi hermano todavía vivía en la capital. Tampoco es muy importante decir con qué intención nos arrejuntamos a ponernos ebrios, si era una fiesta de algún chamaco que festejaba su cumpleaños, si solo era una reunión mas para estar incróspidos o si eramos colados en aquel lugar, lo que si es importante es que no cené nada, porque una bolsa de crujitos no es para nada una cena y el que no haya cenado es total causante de mi fin esa noche.

Fuimos me parece a uno de esos predios en la colonia aeropuerto, con una casa al fondo a la que jamás entré ni para ir al baño, barda alta que rodeaba todo el terreno, oscuro y lleno de tierra. Ni se bien con quién llegamos, no estoy segura si el auto de Humberto era el que nos llevó. Comenzamos con cervezas quitapón [si, de eso si me acuerdo re te bien]. Andaban por ahi varios amigos de Humberto, Ulises, Armando y no se cuantos más. Ni sé en qué se fué la noche, creo que el tiempo se fué bien rapido mientras de las cervezas pasamos al vodka con jugo de uva, justo lo que toman los chavos nice y las niñas modosas, despues de algunos vasos me comencé a sentir mareada, pero como toda buena borracha me valió madre... Despues como si nada, el vodka se acabó o ya no quisieron compartirlo.

Me escabullí entre la gente y robé tequila de la hielera que estaba en la cajuela abierta de un carro, tuve el descaro de prepararme la cuba con todo el tiempo posible tanto que el dueño de la botella llegó y hasta me puse a platicar con él. Me acuerdo que andaba sobres un hombre, alto, trigueño, delgado y de ojos pispiretos, guapo, realmente guapo. Lo olvidé por escasa media hora, mientras me ganaba otras dos cubas más charlando con el suripanto dueño de la hielera. Humberto se perdió y no lo volví a ver despues de que queriendo ir al baño y pareciendome muy lejos la casa, mejor salí y rodeando la barda fui a dar a una zanja, donde me caí. A como pude y entre la piedras caminé, los estupidos tacones siempre son un problema, mas cuando andas de peda en una granja, por eso no me gustan; me sentí tambaleante y medio ida, en un de repente caí al suelo y entre espinas y piedras me desabroché el pantalón, me bajé los calzones y oriné. Regresé satisfecha. Sonó mi celular. Era Luis. Había terminado de trabajar y andaba en busca de fiesta.

Luis siempre fue un buen perro. No fallaba en eso de ir a pistear. Hicimos buena mancuerna en esas cuestiones etílicas. En el año que teniamos saliendo de farra me había tocado lidearlo unas tantas veces: bajarle la peda, cargarlo, aguantarle necedades, guacareadas, sandeces, despilfarros, despertarlo o dejarlo dormir en el suelo, ir agarrada con las 20 uñas mientras manejaba borracho, etc. No era fácil, mide 1.90 y pesa unos casi 100 kg, he de suponer. Ya le tocaba a él entonces mirarme hasta la cola de borracha.

Se acabó el tequila. No hubo mas que seguirle con el mezcal, que de dónde lo sacaron, no sé. Lo último que recuerdo antes de la laguna mental fue que nos sentamos debajo de un árbol, en el cofre y cajuela de dos autos en el lado poniente de la granja y en donde se dieron a la cita los chistes de polo polo. Humberto nomas me miraba de reojo y Ulises me seguía sirviendo licor. De repente miré a Luis entrar por la puerta y buscarme entre el barullo. Estaba completamente sobrio y yo, ya saben, pedísima.

-¿Qué pedo mensa, no te esperaste verdad?
-Ni madre...para qué.
-Ya ni la chingas y yo bien sobrio. A ver trae acá ¿qué estas tomando?
-Ni sé.- Y extendí el brazo acercandole mi vaso a la nariz- Tómale...
-¿Qué es, mezcal?
-Sabe...tú tómale. Ya nada mas hay de eso

Y no le quedó más que terminarse mi vaso de mezcal insípidamente preparado, que a según estaba bien pinche gacho.

Humberto saludó a Luis y quise ir al baño. Aquí comienza mi laguna mental. Imaginese que solo hice cosas chiditas y me la pasé re te bien, cantando canciones de moda, bailando y riendo como si nada.

Lo que recuerdo despues es que Luis cerró la puerta de su bocho y Humberto estaba justo frente a mi por fuera y yo, sentada en el asiento del copiloto. Luis arrancó... No sé ni qué venía diciendome, pero de que veniamos hablando eso es seguro. Me dió hipo, luego se me quitó y me volvió a dar otra vez. Quería disimular que lo tenia, pero lo peda me salía al centavo. Se me revolvió el estómago bien gacho, gachísimo...y me marié. Cerca de mi casa no pude evitarlo, le dije a Luis que me sentía de la fregada, que se parara, que necesitaba agarrar aire. Cuando ni siquiera se habia pegado al cordón y yo terminado de abrir la puerta guacarié...la mitad en la calle y la mitad dentro del bocho. Nomás sentía las palmaditas de Luis en mi espalda y las luces de los autos que circulaban por la misma calle, tan grandes, tan lampareantes, que me calaban justo en los ojos. Se me figuraba que hasta se reían de mi. Me ardía el estomago y sentía como si chile puro o fuego pasara por mi garganta. Lo que salía de mi boca no era mas que los jugos gastricos y el alcohol que bebí esa noche, y si acaso un que otro crujito que no se alcanzó a digerir. Es lo peor, nada recomendable, para nada chidito. Ya ni me salía nada y seguía teniendo ese tipo de movimientos involuntarios del estómago, asi cuando se te hace pa' arriba y rejurjitas lo que tiene adentro. Cuando al fin terminé no supe más.

Desperté con la cruda moral hasta el tope. Haberle guacareado el bocho a Luis no era agradable y me lo hizo saber como a eso de las 3 de la tarde cuando me habló y me invitó a ayudarle a lavarlo. Hartas ganas de coco con chile y una torta de aguacate, lo único que me hizo sentir mejor hasta que los conseguí.

Jamás, jamás vuelvo a cruzarme.

Humberto y Ulises me llamaron y me contaron que en esa laguna mental que tengo fue lo más jocoso de la noche. Me cai otras dos veces mas, una yendo al baño y la otra queriendo levantarme de la anterior jurando que alguien me había empujado y determinantemente me quité los zapatos y se los aventé a no se quién. Lo mejor según dicen fue cuando grité a los cuatro vientos que 'andaba en celo' y ronroneaba cual gata. Si, he de haber andado jariosa, ¿y qué?. No les pedí detalles de a quién le ronroneaba, pero espero y no haya sido al chico guapotote. En la madre, entonces si mejor no acordarme. Esa laguna mental es el perfecto pretexto para deslindarme de responsabilidades post actividades incoherentes etilicas, osos, caídas, jocosidades y cualquier pendejada que pude haber hecho.

Lo reitero, jamás vuelvo a cruzarme.

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