2 de diciembre de 2008

Alla por las Europas

Bien, creo que tengo tiempo, cabeza y ganas para poder comenzar a platicar de mi viaje, espero no quedarme corta en detalles o dar de más para que se vea bien aburridote.
Lo que si puedo decir sin pensar es que Europa es bien chidito, pero prefiero vivir en México a pesar de todo.

Comenzaré con París.

Mi mamá tuvo su primera vez, no había volado jamás en un avión y nos aventamos dos para llegar a París.
Sin lugar a dudas tengo que volver a esa ciudad. Es hermosa, limpia, segura, glamourosa, gigante y eso si, muy cara. La gente parece perfecta, tanto hombres como mujeres, ves caminar a barbies y a kenes por la calle, el metro, los restaurantes...Algo que noté es que allá hasta el vagabundo es guapo y sus mascotas preciosas, qué perros callejeros ni que nada, con el pelo reluciente y bien bonito.
Justo al frente de la estación del metro que quedaba cerca del hotel, estaba un muchacho, a simple vista era una persona normal, como ustedes, como yo, se veía limpio, con ropa decente, fuerte y sano y mas sin embargo se sentaba en una esquinita de una tienda, estirando el brazo con un vasito en su mano pidiendo limosna. Creo que notó que me le quedé mirando por un rato preguntandome porqué demonios era que estaba ahí, no tuve de dos: o es un pinche huevon o un expresidiario o algo parecido, qué se yo, pero casa tenía o un lugar donde resguardarse, pues por la noche, cuando volviamos al hotel, ya no estaba. Extraño. Parece ser que en París no existen los pobres, allá un pobre es quien no tiene el suficiente dinero para comprarse unos converse de 139€ (si, eso costaban) y tiene que ir a comprarse ropa al tianguis que de igual forma esta cara para nosotros, que come baguettes de 1€ y toma vino de 4€.

El río Sena es definitivamente harto romántico, por la noche el paseo por él, admirando los monumentos, palacios y edificios viejisimos es muy bonito, al igual que éste, la torre Eiffel se ve mejor de noche. Las crepas con chocolate caliente frente a la torre junto a la estación de barcos para tomar el paseo en el río son la onda; lástima que mi madre no aceptó el ligue del negrito simpaticón que le tiró el calzón, así al menos hubieramos comido crepas y chocolate gratis.

La ciudad vista desde la torre es magnífica, mide 300 metros, cada año la pintan con una pintura especial que mandan a hacer especificamente para ello y eso es carísimo según me acuerdo.

El palacio de versalles otra cosa que te deja con la boca abierta. Es gigante y demás de lujoso. Me imagino que el Rey Luis XV (o era XIV? soy mala para eso) o bien el rey Sol para no batallar, era pequeñito, pequeñito, pues las camitas donde dormía no medían más de metro y medio de largo, eso sí, eran muy altas. Lo que más me impresionó fueron los jardines. Se te perdía la vista en ellos, mirabas al horizonte y éstos no terminaban, miles de arboles y un gran lago.

Notre Dame, vaya, qué puedo decir. Le dimos de comer a los pajaritos, cientos de ellos volaban alrededor de las jardineras, estendias tu mano con un pedazo de pan y en segundos tenías minimo a 5 pajaritos comiendo de tu mano, ¡bien lindo! El día que fuimos ahi, fue el día que nos llovió en París. Delante de Notre Dame, el barrio de San Michel, barato para comer y beber y para encontrar chácharas. Un barrio tan viejo como él solo, conjuntado por callejones y calles empedradas, con edificios en forma de terrazas, y donde viven muchos estudiantes. Estando ahí me acordé de mi hermano, esta lleno de librerías, tiendas de comics, videojuegos, restaurantes baratos y bares simpaticones.

El museo de Luvre, es bellísimo y gigante. Entramos directo a ver a la monalisa, pensé que sería más grande, no me impresionó demasiado . Solo pudimos ver eso, yo quería dirigirme al salón de los egipcios pero mi madre y los demás estaban exhaustos, lo bueno fué que para mi fué gratis la entrada. Esa tarde sería nuestra última en París, así que los convencí para irnos a beber luego de llegar al hotel. Encontramos un brasserie cerca del hotel y nos sentamos a tomar unas buenas chelas, ahi probé las Amstel y una que no recuerdo su nombre algo asi de rock ja! socialisamos con unos francesitos, gracias a que uno medio hablaba español. El más joven de ellos, de unos 20 y tantos se parecia al 'Piwie' pero en francés, asi que si estaba guapo. Hubieran visto la cara de mi madre, cuando invitandolos a que se tomaran una foto con nosotros, el confianzudo se sentó sin preguntar en mis piernas y posó para la foto. después nos besuqueó amablemente en ambas mejillas .

El metro está chidito. Va lento a comparación del de México, pero no es dificil usarlo. En una de las estaciones más concurridas, Chatelet, encontramos a unos latinos tocando y cantando música andina...oh si! despues les muestro el video.

Allá la gente ni te mira, andan en su rollo, caminan por la calle y traen en la cabeza sus cosas, quizás ya acostumbrados a los turístas o simplemente así son, demasiado indiferentes a los demás. Lo bueno es que no te entendían y decir sandeces en la calle no tenía ningún peligro. Cuando sabiamos que alguien nos entendía es cuando en el super, el metro o en la calle, alguien se reía al escuchar lo que decíamos. Eso sí, si no les das dinerito a los viejitos que tocan en el metro, se te enojan, ¡pinches!.

Habia que levantarse temprano para tomar el 'auto car' e irnos hacia Turin.
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