15 de octubre de 2016

Corazón porteño.

Recordé las "Delicias de Caballito", la panadería en la esquina del depa, ese lugar mágico repleto de gente haciendo fila que rodeaba la vereda desde Miró hasta Ramón Falcón. Todos esperando por sus medialunas para el desayuno, el pan para el almuerzo y las facturas y los biscochitos para la merienda. Me transporté a la terraza del departamento, a las 5 de la mañana, amanecida, con una Stella en la mano, oliendo el pan recién hecho. Bendito Buenos Aires. Recordé caminar por el andén para subir al subte para luego salir y dejarlo detrás hasta mirar de frente la 9 de julio. Sentí de nuevo el aroma y sabor del café acompañado de un alfajor en el Tortoni o en cualquier café de paso, el que fuese, ahí al lado del laburo o en la esquina de Pueyrredon y Santa Fe. Saboreo la frescura de la rúcula y lo delicioso de las picadas con birra. Me acordé que no me gusta mucho el fernet, pero que adoro la pizza de muzza y la torta de ricota y dulce de leche. Se me metieron entre los ojos y la garganta 4 pares de ojos azules y unos brazos que ya no están. Entre el asado del domingo y la previa del sábado se me llena el corazón. Respiré de nuevo lo verde de sus parques y plazas, del mate y el libro sobre el pasto; el olor a libro viejo, resguardado entre los estantes de las librerías de Corrientes. Se me llenó la boca del helado de Freddo, de los paseos largos por Palermo y del bondi 152 desde Olivos hasta La Boca. Se me alegró la panza al pensar en bondiola y choripan en la Costanera y me amarré bien los cordones para pasear por Puerto Madero.
Hoy está que me explota el corazón, se me llena de Buenos Aires, de recuerdos y de amigos. Hoy tengo tanto el corazón porteño.


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