12 de diciembre de 2012

Doce del doce del doce


Justo hoy 12/12/12 se cumplen nueve meses; que tenían que pasar, los que esperaba ilusionada, miedosa, con incertidumbre y cosquillas en la panza; el tiempo que después de recorrido me llevaría a la vida esa que ya imaginaba desde que me decidí a viajar.
Recuerdo ese primer día: había al rededor de cuarenta personas apretujadas sobre puffs negros incómodos con la leyenda grabada en color blanco con el nombre del lugar: Underground.
Fue la clase más larga de todo el año. Yo ni siquiera quería ir en el horario nocturno. Estaba totalmente a la expectativa y nerviosa. Fui la única mexicana, en la clase y en todo el curso. Pocos extranjeros, demasiados locales. Las tres horas transcurrieron con incomodidad mientras cada uno se presentaba y decía quién era, de dónde venía, qué quería hacer y todas esas cosas de primer día de secundaria. Cuando me tocó a mi, apenas si me salió la voz. Para mi era ya un logro estar ahí e hice del saber de todos cuánto trabajo me había costado. Pronto ellos me harían saber el trabajo que me costaría quedarme.
Me esforcé, por lo menos hasta que mis circunstancias comenzaron a cambiar, hasta que mi cabeza se preocupó y giró hacia otras cosas como trabajar, cuidar el dinero, tramitar la residencia...
Todo fué bien, al menos algo hacía como se debía hacer y equivocarse valía más la pena. El proyecto de elaboración del comic fue lo que me llevó en picada, a partir de ahí, nada me salió bien. Terminé haciendo las cosas mal, sintiendome mal. Enfermé. Me sentí peor. Me quedé sin trabajo, comía mal, comencé a crear un cierto disgusto por la gente que vive en esa gran ciudad, por su sistema, por mi mala suerte, por sentirme sola, tonta, incapaz y desesperada. La escuela fué lo último en lo que posé la mente y el interés. Mal hecho. Ahora, a unos días de que se acabe, de que ya no vuelva la oportunidad, me arrepiento de haberme quejado de cosas que no eran importantes, de darle más importancia al dinero que a lo que pude haber hecho o conseguido sin èl, a no ver más lo bueno que lo horrible de Argentina, de extrañar demasiado y deoquis, entre otras cosas. No fuí del todo feliz ni satisfecha, pero me quedo. Me quedo a hacer borrón y cuenta nueva, a darme una oportunidad nueva de darle una oportunidad nueva a ésta ciudad y a la poca gente que hizo algo por mí. Si aún así fracaso, me daré por vencida y daré vuelta a la hoja, me resignaré a que no fué lo mio y se acabó, me regreso para México sin mucho hecho, sin lo que yo esperaba, sin lo que quise ser y hacer, distinta pero muchísimo mejor que como llegué.